Paraguay se posiciona como un país que apenas logra destacar en áreas específicas como la transparencia en contrataciones públicas, donde ocupa el segundo lugar global. Sin embargo, este logro aislado no oculta las profundas fallas sistémicas que afectan a su administración pública. En el dominio de “Estrategia y Liderazgo”, el país muestra una alarmante falta de visión y coordinación interinstitucional, reflejando una incapacidad para establecer una dirección estratégica que guíe el desarrollo nacional.
Mientras que países de la región como Uruguay (puesto 20) o Chile (27) se consolidan como referentes en la gestión pública, Paraguay sigue atrapado en una gestión ineficiente que prioriza lo inmediato sobre lo estratégico.
Aunque el índice destaca ciertos avances en diversidad e inclusión, esto no ha sido suficiente para transformar la realidad del sector público. La representación de género y las políticas inclusivas permanecen como una fachada, mientras las estructuras de poder siguen perpetuando dinámicas tradicionales que limitan una verdadera transformación del servicio público.
El informe revela que Paraguay está lejos de desarrollar políticas públicas eficaces o de ofrecer servicios que respondan a las necesidades de su población. La gestión de riesgos y crisis, un tema particularmente relevante en un mundo pospandemia y ante el impacto del cambio climático, muestra carencias graves. Además, el uso limitado de datos para tomar decisiones fundamentadas refleja una administración pública anclada en métodos obsoletos, incapaz de adaptarse a las demandas del siglo XXI.
La modernización digital, que debería ser una prioridad, sigue siendo un desafío monumental. La falta de inversión en tecnología no solo reduce la eficiencia de los servicios públicos, sino que también amplía la brecha entre el gobierno y los ciudadanos, quienes cada vez demandan mayor accesibilidad y transparencia.
Cuando se compara con sus pares regionales, la posición de Paraguay en el índice es desalentadora. Uruguay lidera en América Latina gracias a su enfoque estratégico y su capacidad de gestionar políticas públicas orientadas a resultados. Mientras tanto, Paraguay, con su administración pública fragmentada y carente de dirección, apenas logra competir. Este contraste no solo subraya la ineficacia del sistema paraguayo, sino también las oportunidades perdidas para aprender y adaptarse a modelos de éxito comprobado.
El Índice Blavatnik 2024 deja claro que Paraguay no puede seguir postergando las reformas profundas que requiere su administración pública. La inercia actual no solo limita el desarrollo institucional, sino que también afecta directamente la calidad de vida de sus ciudadanos. Es imperativo que el país adopte un enfoque crítico hacia sus debilidades, invierta en liderazgo estratégico, fomente la digitalización de los servicios y, sobre todo, rompa con las estructuras de poder que perpetúan la mediocridad.
Paraguay tiene un enorme potencial para mejorar, pero esto no sucederá sin un compromiso real y sostenido. La pregunta ahora es: ¿está dispuesto el país a enfrentar sus propias carencias y trabajar hacia un futuro más transparente, eficiente y justo, o continuará atrapado en el círculo vicioso de la inacción?
El Nacional