Según los informes, Mathias Felipe se acercó a su vecina solicitándole un cable USB para cargar su teléfono móvil. Al recibir la negativa, su reacción fue desproporcionada y violenta; tomó un cuchillo y apuñaló a la mujer en siete ocasiones. Este acto irracional no solo puso en peligro la vida de Noelia, sino que también llevó a Mathias a enfrentar serias consecuencias legales.
Durante el juicio, la defensa argumentó que Duarte de León padecía problemas mentales y solicitó una pena mínima, sugiriendo que un tratamiento psiquiátrico sería más adecuado que una larga condena. Sin embargo, la jueza Marcelina Quintana de Acosta y sus colegas no encontraron evidencia suficiente de que el joven estuviera recibiendo tratamiento en el momento del ataque. La madre de Duarte, por su parte, defendió la salud mental de su hijo, afirmando que él sí estaba siendo tratado por problemas psiquiátricos antes de la tragedia, aunque el tribunal rechazó esta afirmación por falta de pruebas.
La fiscalía, liderada por Reinalda Palacios, había solicitado una pena de 15 años de prisión, resaltando la gravedad del delito cometido. La decisión final del tribunal de imponer 13 años refleja la gravedad de la agresión y la voluntad de sancionar actos de violencia, independientemente de las circunstancias que rodean la salud mental del acusado.
Este caso no solo pone de relieve la capacidad de una pequeña discusión a escalar a niveles de violencia extrema, sino que también subraya la importancia de abordar adecuadamente la salud mental en el sistema judicial. La falta de respuestas claras sobre el tratamiento psiquiátrico de Mathias Felipe plantea la necesidad de que los mecanismos de salud mental y justicia trabajen en conjunto para evitar que incidentes trágicos como este se repitan.
A medida que el abogado defensor planea apelar la sentencia, es evidente que este caso seguirá siendo objeto de debate, no solo por las preguntas legales, sino también por las reflexiones sobre la salud mental en un contexto donde la desesperación puede llevar a actos fatales. El juicio de Mathias Felipe Duarte de León es un recordatorio de que cada acción tiene consecuencias, y que la violencia, incluso en su forma más absurda, no puede ser ignorada.
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