Este sistema de comercialización, no es otra cosa que simples migajas, comparando con los poderosos importadores que introducen productos por camionadas, y lucran con la necesidad del pueblo que se encuentra atado de pies y manos al no poder negociar en forma sus productos legalmente adquiridos.
Bastó que un grupo de comerciantes y desempleados obstruyeran el ingreso de los grandes camiones cargados de mercaderías de todo tipo, donde apenas tributan el 10% y el 90% restante va para la “corona”, que no es precisamente la COVID-19, , para que se habilitara la venta tipo migajas a los comerciantes, pues no caben dudas, que los grandes importadores, que alimentan las Aduanas y al gobierno, hayan exigido tal apertura, más aún sabiendo que en nada a ellos les perjudica, y que su prohibición solo sirve para proyectar una falsa legalidad, es decir, para hacer creer a propios y extraños, que el Paraguay es un país en serio.
Si no se va abrir la frontera, no hay economista en el mundo, así sea Premio Nobel de Economía, que pueda solucionar el problema por el que atraviesa nuestra frontera y otras más, pues bien sabemos, que en gran medida, en un 80%, la reactivación económica depende del comercio denominado “turismo de compras”, y ningún plan que no sea este, llámese creación de industrias, pero, ¿de dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿en cuánto tiempo?, ¿cuántas?, etc., que es de lo que más se habla, sin conocimiento de causa, no tiene sentido, pues nadie está hoy en condiciones de aguantar que se lleve a cabo ese tipo de actividades a la que también mencionan el Turismo, que sería un “Turismo sin Turistas”, aunque tengamos la réplica de Disney World.
Hablar de subsidios tampoco es la solución, pues aparte de otorgar sumas miserables, no serán constantes, a lo máximo 2 a 3 veces más y listo, opama vy´a, y después a recuperar cobrando impuestos.
La única solución que como ciudadano veo, como morador por más de 50 años en esta frontera, siempre ligado de una u otra forma al comercio, y por ende un gran conocedor de nuestra realidad, es pedirle al gobierno o desgobierno, que solo saber pedir pero no sabe dar, que haga (pues de ilusión también se vive), que realice un censo o levantamiento de las necesidades de cada comerciante, comenzando por los de menor poder adquisitivo, y en base a las necesidades mensuales de cada uno en particular, otorgarles prestamos, a través de entidades del gobierno, bancarias o no, por al menos 5 años y que puedan comenzar a pagar recién a los 18 o 24 meses en cómodas cuotas.
De igual manera, para los mayor porte, pero con las exigencias de acuerdo a sus capacidades de pago, pero siempre, con dinero otorgado por entidades del gobierno, no con entidades bancarias privadas, a menos que la capacidad de recuperación de los mismos les permita acceder a ese tipo de préstamos. De otra forma, mientras no se abra la frontera, seguiremos consumiendo migajas y viviendo de limosnas, simplemente para que no morirnos de hambre.
Podrán elaborar todos los planes de reactivación económica que quiera y pintarlos hasta en colores si quieren, pero sin la existencia de préstamos reales, olvídense, todo no pasará de una burla más hacia el pueblo.