El suceso ocurrió después de que Liz, junto a su esposo Milcíades Recalde Villalba, regresaran de participar en un culto religioso. En un momento aparentemente tranquilo, mientras se disponían a cerrar un portón, fueron sorprendidos por disparos provenientes de ocupantes de una motocicleta. Milcíades no pudo identificar a los agresores, destacando la oscuridad del lugar en horario nocturno y subrayando que no habían tenido problemas previos que pudieran justificar el ataque.
Este trágico evento ilustra cómo la violencia puede irrumpir en la vida cotidiana, afectando incluso a aquellos que buscan un momento de paz y espiritualidad. La falta de seguridad en muchas áreas, especialmente durante la noche, es un desafío que afecta la calidad de vida de las comunidades. La muerte de Liz Duarte no solo deja un profundo dolor en sus seres queridos, sino que también plantea interrogantes sobre la seguridad y la violencia en la región, necesidades que deben ser abordadas con urgencia por las autoridades competentes. Este tipo de incidentes resalta la imperiosa necesidad de implementar medidas efectivas que garanticen la protección de la ciudadanía y la prevención de la violencia armada.
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@danifiguesti